Hace unos meses ya avisamos de que Google se estaba poniendo duro y se había empecinado en priorizar el contenido de calidad en el cálculo de su algoritmo. Los resultados no se han hecho esperar, y desde principios de año son muchas las webs que han padecido variaciones notables en su posicionamiento natural, retrocediendo muchas posiciones en los resultados de las búsquedas para las principales palabras clave.
No hace falta ser un genio para intuir las consecuencias directas de esta actualización del algoritmo de Google en la capacidad de generación de ingresos de las páginas web afectadas. Un verdadero tsunami. Y lo malo es que no hay vuelta atrás. Algo parecido a cuanto te pitan un penalti en contra: ¿Alguien ha visto alguna vez a algún árbitro rectificar? Pues con Google ocurre lo mismo.
Esta cruzada contra el “contenido basura” que ha comenzado Google vivió su segunda entrega la semana pasada con el comunicado que los de Mountain View colgaron en su blog. Básicamente vienen a refrendar la anterior postura, y especifican que se va a perseguir, detectar y discriminar aquellas páginas web que hagan spam, copien contenido de otras o se limiten simplemente a agregar contenido de baja calidad que recogen de la red, y también las que dispongan de una elevada densidad de palabras clave con el único objetivo de engañar a Google y posicionarse rápidamente en las primeras posiciones de las búsquedas. Además, Google se ha esforzado en mejorar el modo en que los usuarios podemos reportar sobre aquellos sitios web de baja calidad, haciéndonos partícipes de esta operación de limpieza general.
Por contra, Google va a premiar a aquellas web que produzcan contenido relevante, original, y que lo actualizan con más frecuencia. Aquellos que no cumplan al menos dos de estas tres premisas, no sería extraño que empezaran a experimentar un empeoramiento de su posicionamiento natural.
Las consecuencias de esta mejora en el algoritmo de Google (aparte de obligar a todas estas webs “damnificadas” a invertir en Adwords si quieren mantener su nivel de tráfico), son más profundas de lo que en principio pueda parecer.
A pesar de que no hay directrices claras, sí parece que Google está empezando a otorgar mucha importancia al impacto social del contenido publicado por las páginas web (ya hablamos de ello en “El Me Gusta y su influencia en el posicionamiento SEO”). Y es que una de las formas de ayudar a Google a filtrar el contenido de calidad puede ser monotorizar cómo ese contenido se comparte en las principales redes y servicios sociales (Facebook, Twitter, YouTube, WordPress, etc).
Y es que no deja de ser una solución lógica. Un enlace que se comparta numerosas veces por Facebook o Twitter, por ejemplo, es muy probable que contenga contenido fresco, relevante y valioso para los usuarios. Parece normal, pues, que Google esté cada vez más interesado en tener en cuenta el impacto social como un indicador fiable y un factor determinante en la composición de su algoritmo de búsquedas.
Sin embargo, tampoco me parece lógico que Google se detenga en ese punto. Al fin y al cabo, tampoco es un método infalible. Más pronto o más tarde alguien se inventaría un mecanismo para saltar esa muralla de contención y esquivar las trampas tendidas por el robot de Google.
Por eso creo que la consecuencia lógica de esta compleja evolución del buscador es que Google, antes o después, no sólo tome en consideración el impacto social en su vertiente cuantitativa, sino también en su vertiente cualitativa. Es decir, si realmente se pretende primar al contenido de calidad, aparte de controlar las veces que un determinado contenido se comparte, también habría que tener en cuenta quién lo comparte.
Pero claro, ¿Qué significaría esto? Google estaría dejando de otorgar la misma importancia a todos los usuarios. Unos pesarían más que otros. Lo que supondría un cambio de modelo. El paso de una democracia a una especie de oligarquía. Un nuevo ecosistema digital en donde el comportamiento de unos pocos (las “personalidades” más relevantes del campo en cuestión, se supone) puede llegar a inclina la balanza en la que se encuentran los resultados de las búsquedas de Google. O lo que es lo mismo, el poder. El todo.
¿Es esto posible? ¿Es esto deseable? No tengo ni idea, lo que sí sé es que cambiaría por completo el reparto de poderes dentro del mundo online, aumentando la concentración de poder de algunos usuarios “elegidos” por el algoritmo.
Por cierto, en caso de que todo esto acabase sucediendo, ¿cuánto estaría dispuesta a pagar una marca por identificar y “controlar” a esos “elegidos”?
2 feb 2011
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